Tuesday, October 20, 2009

Una historia que se repite con frecuencia.

La tartamudez es percibida por los tartamudos como algo único e irrepetible, que a nadie más le ha pasado, pero la verdad es que nuestras vivencias son mucho más comunes de lo que nos imaginamos. A continuación les presento este desgarrador relato, que hizo recientemente un compañero de nuestro Grupo TTM-L y el cual refleja experiencias y sentimientos que en algún momento de nuestras vidas, en mayor o menor grado, hemos tenido que afrontar nosotros los tartamudos:

Tengo 23 años y soy tartamudo desde los 6 o 7 años. Durante mi adolescencia y juventud mi tartamudez se ha ido incrementando de una manera sorprendente. En el colegio yo no le daba importancia a mi tartamudez, a pesar de que mis compañeros si lo notaban, se burlaban de mi forma de hablar y hacían chistes. Sin embargo, cuando entré a la universidad ya fue un mundo completamente distinto. Los meses pasaban y cada vez estaba peor. Mi mente también sufría transformaciones, mis pensamientos variaban a lo que solía pensar antes. El centro de mi mundo era mi tartamudez.

¿Acaso es tan difícil curar la tartamudez? A veces me miraba al espejo, abría mi boca y me preguntaba: ¿hay algo que no tenga yo y que tengan los demás? Muchos consejos que escuche fueron estúpidos, como habla lento, cálmate, cuando te trabes tranquilízate, respira profundo, etc. El consejo más importante fue de mi tío que me dijo "consíguete una rubia", ja,ja, como si fuera tan fácil. Dado esta situación comencé a investigar sobre la tartamudez. No obtuve ningún logro, sólo sé que es algo psicológico que provoca una reacción física. Ahora ya me siento como el pobre Charles Van Riper que murió sin haber encontrado la cura a la tartamudez a pesar de haber jurado a su árbol de abedul que lo haría.

Era fácil conversar con los amigos que recién conocía porque no era necesario utilizar lenguaje complejo. Bastaba con lo más simple, y si no podía pronunciar alguna palabra, la cambiaba por otra. Lo difícil era cuando tenía que hablar en público, o leer algo frente a todos. Y a pesar de que fui aprobando mis materias, mi tartamudez se hacía mas y mas complicada. Cada vez habían mas exposiciones, debates, etc. Mi ca-beza no dejaba de pensar en ello, incluso aunque faltara meses para una exposición. Algo gracioso es que cuando llegaba el momento de exponer, solo me ponía nervioso para comenzar, y fingía mi voz haciéndola mas gruesa como impostándola, aunque esa no era mi voz. Luego de exponer me asombraba de que lo había hecho bien. Pero para mis compañeros no, yo era un desastre.

Creo que la tartamudez me fue destrozando por dentro, cada vez me sentía más y más limitado, no podía hacer cosas que antes si podía. Para colmo mis "amigos" con los que había comenzado la carrera ya ni me saludaban (traidores), todo estaba peor. La presión fue tanta por las exposiciones, que abandoné muchas materias, reprobé otras, y me atrasé unos dos a tres años con respecto a mis compañeros. Por suerte mis padres comprendían la situación y me dijeron que lo tomara con calma y al siguiente semestre estuve con una sola materia.

Lo crucial es que mi ira fue tanta contra la sociedad, el mundo, e incluso contra Dios, que decidí proseguir con mis estudios pasase lo que pasase, total, si la gente me odiaba, me rechazaba, o discriminaba por mi forma de hablar, pues me importaba po-co. Sin embargo, ese era el momento en que mi tartamudez ya era crónica. No podía ir a la tienda a comprar algo, no podía hablar con mis amigos así como lo hacía antes, peor aún era hablar por teléfono. Sentía tanto terror a enfrentarme a la tartamudez que hasta pensé en suicidarme. Por suerte soy muy cobarde para hacerlo, estuve paseando por el puente de mi ciudad y tenía toda la oportunidad para saltar del puente y acabar con el sufrimiento, pero NO,... soy un cobarde. Y mi familia especialmente mi hermanita no soportaría la idea de que me fuera de este mundo. Creo que lo hice por ella y por mi familia.

Una vez de vuelta a la universidad, tuve que pasar un montón de situaciones como nunca en mi vida me imaginé que iba a pasar. Me sentí humillado, destrozado, acabado, hice los ridículos más grandes de mi vida. Y todo esto me dolía mucho, a ve-ces no podía contener las ganas de llorar, claro que lloraba estando solo en mi cuarto. Pero no me daría por vencido pasase lo que pasase. Fui aprobando materias, repro-bando otras, pero al final pude llegar hasta donde estoy ahora. Actualmente estoy haciendo mi Proyecto de Grado o como llamamos mas comúnmente la Tesis. Mientras tanto todos estos años yo iba donde mi madre y ella me decía que fuera a psicólogos, fonoaudiólogos, neurólogos, tipos que practicaban hipnosis, etc. Pero todos estos sólo tenían un solo objetivo: sacarnos dinero.

Aun no dejo de pensar que esto es un simple sueño, no me lo creo que este en ultimo año de mi carrera y a punto de defender mi Proyecto de Grado. Ya las exposicio-nes no me dan el mismo temor que antes, ya que no se puede caer más bajo, enton-ces ¿qué me cuesta hacer el ridículo una vez más? Mi familia no comprendía como diablos estaba aprobando en la universidad, si apenas podía comunicarme con ellos.

Finalmente el tan esperado día llego: era solo un panel en privado con los jura-dos pero aun así estaba muy, muy ansioso, podía sentir en mi garganta el latido de mi corazón mas rápido de lo normal, el sudor en la frente y escalofríos en la espalda, mi mano temblorosa, y aun así estaba ahí junto con mis compañeros de estudio, que hasta hablan por los codos. Como quisiera participar como ellos lo hacen en clase, como quisiera dar mis opiniones. Aun con tanta desventaja estaba ahí.

Entonces entré a la sala y comencé mi exposición aún bajo los efectos de los fármacos. No me gusta leer de las diapositivas porque tartamudeo, así que solo coloqué puntos importantes para recordarme de lo que tenía que decir, pero con mis propias palabras. Desde el principio comencé a tartamudear, y a pesar de que asistí a clases de meditación y yoga, mi cuerpo temblaba, y me balanceaba para forzar que las palabras salieran por mi boca; a veces hacía una previa expiración para palabras más difíciles. Lo complicado vino cuando tuve que leer el objetivo general, limites, alcances, etc. Me tomaba más o menos 15 segundos pronunciar una palabra, y de repente hablaba de corrido, y otra vez el bloqueo. Mientras mi jurado ni me veía a la cara, porque se pasaban ojeando mi Proyecto de Grado. Y mi tutor también con la vista hacia abajo. Al final luego de un montón de preguntas que me hicieron queriendo aprovecharse de mi debilidad en el habla, acabo mi martirio.

Nunca había sentido algo tan especial en mi vida, una sensación de tranquilidad, serenidad, de satisfacción. No hay palabras para describirlo. Simplemente en ese momento era "el tartamudo más orgulloso de todo el mundo".

Aún después de esto, me da mucha pena el no haber podido realizar tantas co-sas en mi vida. Abandoné muchos cursos de oratoria, abandone muchas materias para no exponer, nunca expresé mi opinión frente a los demás, no hago cosas que quisiera hacer por temor a tartamudear, y sobre todo aun sigo sintiendo ese miedo, esa extraña sensación que te deja traumado para siempre.

Cada vez que tengo que hablar en público, ese demonio que aunque lo pisas y destruyes, vuelve a aparecer más fuerte, aun pienso en suicidarme, no hablo con nadie, me quedo pensando todo el tiempo, no me interesa lo que piensen los demás de mi. No tengo novia, (nunca tuve una), no sé porqué, creo que soy muy bruto para eso. Aun recuerdo al niño de 5 o 6 años sentado en su pupitre pensando en su propio mundo, muy calladito y tranquilito, mientras los demás, aprovechando la ausencia de la maestra, iban saltando de banco en banco, arrojando papeles, corriendo por el curso, molestando a las niñas, etc.

Bueno, a veces pienso que sigo siendo ese niño, soy muy sensible a todo, soy un llorón, y cada día ando mas deprimido de la vida, mis padres se hacen cada vez más viejos, mis hermanos y hermanas ya pronto formarán sus familias, y yo sin saber qué rumbo tomar, no sé qué haré de mi vida si ni puedo comprar algo en la tienda. Y ya siento que no tengo ese aliento que me decía que sufrir un día más en la vida valdría la pena, todo valdría la pena, desgarrarse el alma, romperse la cabeza con tantos pensamientos, etc. todo valdría la pena. Ahora lo pienso: ¿Realmente vale la pena?"


Octubre de 2009