La tartamudez es una condición que nos tortura hasta tal extremo que creo que sería raro el encontrar un tartamudo o tartamuda que no haya pensado en que la vida no merece la pena ser vivida con este problema.
Muchos tartamudos hemos deseado ser mudos o hemos pensado o idealizado un mundo donde la comunicación no se realice de forma verbal. Yo mismo, cuando era joven, trataba de desdeñar (sólo para mis adentros) la comunicación verbal, pensando que mi tartamudez sólo era una muestra de que los seres humanos podemos "elevarnos" y comunicarnos de otra manera.
Mi opinión es que la tartamudez esta sobrevalorada en nuestras vidas, que es un gran monstruo al que alimentamos con nuestros temores, miedos, dudas, desconfianzas sociales, ansiedades y tristezas. A la tartamudez y a sus consecuencias sociales y psicológicas hay que dejar de darles el prestigio que quieren tener y, somos nosotros los tartamudos, los únicos que podemos dignificar esta condición, pasando de la ocultación del problema a mostrarlo tal y como es.
Cuanto más se alimenta a la tartamudez más se tartamudea, cuanto más se oculta más aparece, cuanto más nos importa más importancia tiene. La tartamudez es paradójica y cruel. Mi opinión es que hay que desnudarla, y hay que hacerlo en público, cuanto más público mejor. De esta manera podemos lograr quedarnos con nuestra tartamudez física y dejar o minimizar las carga sociales y psicológicas que produce. Yo lo he hecho y me ha ido bien.
Creo que la tartamudez no se merece que le demos tanta importancia como para entregarle nuestra vida (que es lo único que tenemos) y que, como dijo el maestro Charles Van Riper (el cual intento suicidarse varias veces), "La vida merece la pena ser vivida...aun tartamudeando"
Fernando Cuesta
Febrero 2008